Por Javier Bleda
He tenido acceso a unas imágenes del programa Espejo Público
de Antena 3 emitidas hoy, miércoles diez de julio. Reconozco que a mí cuando me
gusta echar un vistazo al programa son los viernes, cuando la presentadora
suele llevar pantalón vaquero y la mujer profesional deja paso a la hembra
roquera que se esconde dentro de sí, pero hoy he hecho una excepción porque en
el plató estaba Raúl del Pozo, y aunque no habla como escribe, si es cierto que
su mera presencia le da al programa un toque de clase no siempre bien
entendida.
De alguna manera, escribir el primer artículo de un blog es
como perder la virginidad y, puestos a perderla, siempre mejor hacerlo por la Griso que por un tío, aunque
se llame Raúl. Sin embargo los años no pasan porque sí, sino porque a uno se le
supone más sabiduría (teoría que nunca he compartido conmigo mismo), y es por
eso por lo que, sin comerlo ni beberlo (es Ramadán), he decidido comenzar a
escribir tratando sobre Raúl del Pozo y el supuesto síndrome de Estocolmo que
le atribuye la potente Susana.
Al parecer en este país no se puede hablar bien de los malos,
porque en España los malos no son presuntos, sino que son directamente malos. Y
en este momento, el malo oficial (en el terreno de la política), es Bárcenas,
nadie más, y si hablas bien de él no puede ser más que porque tú también te has
llevado la pasta o porque, como es el caso, según Susana, te has dejado estocolmizar por Luis, por su señora o por ambos. Raúl del Pozo ha cometido el grave error
de ser amigo de sus amigos para lo bueno y para lo malo, en la salud y la
enfermedad, estén libres o entre rejas. Decir que su amigo Luis no es el único
malo en toda esta historia puede considerarse por tanto lealtad, la que no han
demostrado los miembros de La
Familia del partido que lo ha dejado tirado.
Y, entre tanto, Pedro J. Ramírez reescribiendo una nueva
versión de su libro El Mundo en mis manos y queriendo quitar y poner rey, la
vocación frustrada de todas las reinonas. Puede que sea pura casualidad, pero
el serial de los papeles de Bárcenas que acaba de comenzar El Mundo tiene como
punto de partida 1997, el año en que Pedro J. protagonizó el papel estelar en
un vídeo que bien podría llamarse “Donde las dan, las toman”. O lo mismo no es
ninguna casualidad y quiere hacer pagar a los que entonces le dieron temerariamente
la espalda. Esto, y si no al tiempo, puede llegar a convertirse en una pelea de
burdel entre putas, mariconas y travestis, porque no crean que el periodista
mundano es el único protagonista de vídeos porno, vivimos en un país que parece
una filmoteca y a algunos de los de arriba, de los ahora ex de Bárcenas, les
encantaba hacer de chachas en sus momentos de ocio presuntamente impune. Y no
digo esto porque Rajoy se ocupara principalmente de limpiar las escaleras de la Capitanía General
de Valencia cuando hizo la mili, y tras aquello pudiera haberle quedado el deje
de imaginarse mujer de la limpieza queriendo que alguien echase un polvo para
tener la oportunidad de limpiarlo (¿se imaginan a Rajoy vestido con cofia y
delantal en un burdel y que alguien lo hubiera filmado? Yo no), sino más bien
que tras aquellos polvos vienen estos lodos, algunos todavía en formato VHS.
A todo esto, yo de lo que quería escribir es de Raúl del
Pozo, a quien Susana Griso le ha dicho que sufre de síndrome de Estocolmo por
hablar con cariño de Bárcenas. Susana debería tomarse unas vacaciones y repasar
su actuación en los muchos programas que lleva tras de sí, se daría cuenta lo
mucho que se deja llevar por las circunstancias, la facilidad de lágrima que ha
mostrado siempre que alguien parece ser el débil y otro el malo, y lo
estocolmizada que está de ella misma.
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