Por Javier Bleda
Vaya por delante todo mi respeto a las señoras meretrices, porque aunque todavía no estoy en edad de pagar por tener sexo (todo llegará), muchas de ellas han sido desde hace años mis generosas confidentes y profusas reveladoras de datos sobre personas a las que se les suponía un cierto decoro en lo personal, ya que es precisamente a partir de ahí que venden sus méritos en lo profesional. Muchos de ustedes se sorprenderían al saber qué políticos del Congreso que miran para otro lado desde la derecha cuando hablan oponentes incómodos, como heridos por tener que compartir con ellos tan digno lugar, pagan alegremente los devaneos erótico festivos con estas muchachas. Igual que se sorprenderían si supieran quienes, sintiéndose imbuidos desde la izquierda a representar la verdadera esencia de la libertad democrática, luego montan, o son montados, por unas prostitutas que en muchos casos son víctimas de la más cruel de las esclavitudes.