por Javier Bleda
En estos últimos días estoy recibiendo mensajes wasaperos de apoyo al juez García Castellón con la pretensión de que los reenvíe a mis contactos y forme parte de la cadena de favores que lo proteja, Urbi et Orbe, toda vez que hay mala gente que quiere destruir su estado virginal de magistrado inmaculado. No hay duda que la ciudadanía patria todavía se deja llevar por la creencia ancestral de que todos los jueces son buenos e imparciales, y ello a pesar de que la imagen “física” de la Justicia es una señora, o señorita, con los ojos presuntamente vendados y con apariencia de furcia ofreciéndose al mejor postor.
Esta historia de la adhesión pública al juez García Castellón viene dada por su empecinamiento en hacer creer a propios y extraños que los del Tsunami Democràtic, en lugar de tsunamiteros eran más bien dinamiteros, cuya pretensión única era hacer volar por los aires el Estatut, la Constitución, el Estado y hasta la Corona, que está por encima de todo, como los Inspectores de Hacienda, para hacer pagar a los españoles impuestos aduaneros, y derechos de autor, por el consumo de crema catalana. Ciertamente hay que ser muy cutre, togadamente hablando, para que pasados varios años, cuando ya ni es aplicable el delito de secesión, ahora se saque a colación que en realidad todo esto era una trama terrorista al frente de la cual se encontraba, como no podía ser de otra manera, el señor de Waterloo, antes de Girona.
Sinceramente, a mí la amnistía me importa un carajo, estoy hasta las narices del temita y si la van a dar, por favor, que sea cuanto antes y a otra cosa mariposa. Incluso la independencia de Catalunya tampoco me quita el sueño, España ya no es un imperio, eso hay que ir asumiéndolo, ni siquiera es un país como tal, porque ni la puta tarjeta sanitaria te sirve entre comunidades sin tener que marear la perdiz, así que igualmente deberíamos darnos cuenta de que vivir en una ensoñación permanente no es de recibo. Y si tenemos en cuenta que, por nuestra mala cabeza como supuesto primer mundo, ahora el segundo y tercero también viven entre nosotros, y que en Catalunya es más fácil encontrar un Pérez que un Solé, pues ya me dirán si esta realidad en la que nos movemos, y por la que tantos golpes de pecho nos damos ante las ofensas, no es más bien una caída en picado en un mundo mátrix, o incluso en una permanente aparición mariana, no tratándose de María, la virgen, sino de la maría de Marruecos. Además, yo siempre he sido un acérrimo defensor de las independencias, de hecho la de Albacete no estaría mal para recuperar alguno de nuestros históricos nombres primigenios, como el de Al-Basit de los árabes de Al-Ándalus. O el anterior de Celtide, de los cilicios, o Alba, de los romanos, o incluso Alaba, de los celtíberos, y con unos pequeños arreglos ortográficos lo mismo incluso podríamos llegar a decir que también somos vascos y anexionarnos como Navarra.
Pienso, y esta es mi opinión, que con quien deberíamos enfadarnos no es con los catalanes, porque ellos siempre han sido muy de pedir y ahora no hacen más que estar en su papel histórico. Más bien a quien deberíamos pedir cuentas, o mejor todavía, a quien debería acusar de terrorismo el santísimo juez García Castellón es a Pedro Sánchez, porque si uno de los preceptos de terrorismo es “Subvertir el orden constitucional, o suprimir o desestabilizar gravemente el funcionamiento de las instituciones políticas o de las estructuras económicas o sociales del Estado, u obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo” considero, y reitero una vez más que esta es mi opinión, que Sánchez, Pedro, presidente de las Españas por una gracia de Puigdemont, es un terrorista que intenta subvertir el orden constitucional desestabilizando gravemente el funcionamiento de las instituciones políticas, económicas y sociales del Estado, obligando a los poderes públicos a realizar actos, o abstenerse de hacerlos para conseguir su objetivo de alcanzar la presidencia del Gobierno y mantenerse en él.
Y si no les gusta, o les parece muy fuerte, lo de decir que Pedro Sánchez es un terrorista, a pesar de que manda con puño de hierro atemorizando a sus ministros, su partido y las instituciones del Estado, Casa Real incluida, pues entonces podríamos mirar de rebajar el delito y verlo como un simple prevaricador, aunque a lo mejor quien posiblemente esté prevaricando es la Fiscalía General del Estado por no tomar medidas urgentes ante lo que es una aberración legal de un individuo que, siendo “presidente en funciones”, negocia su sillón con los propios a los que tienen que amnistiar comprometiendo en el chalaneo ingentes cantidades de dinero y leyes que ni existen. Pero claro, ni se le pueden pedir peras al olmo ni tampoco a un Fiscal General del Estado se le puede pedir que muerda la mano que le da de comer. En definitiva, vivimos en un Estado tan putrefacto que lo mismo hasta le pido asilo político a la Generalitat cuando sea el órgano de gobierno de un país independiente. Es más, esta misma noche me agarro el Youtube y me aplico para mejorar mi catalán.
En fin, voy a ir acabando porque de quien yo quería escribir era de García Castellón y al final me he liado. El juez afirma en sus últimas deducciones jurídicas que esta gente de Catalunya parecían “tener en mente” atentar contra el que era, y por el momento sigue siendo, marido de Letizia. Pero claro, si esto va de imaginar cosas, yo también podría pensar que García Castellón, cuando era juez de enlace en Francia, pudo ser colaborador activo en una operación estratégica ejecutada por el gobierno francés, con la complicidad del gobierno marroquí y la colaboración necesaria de determinados elementos españoles, que veían con buenos ojos frenar la penetración española en Marruecos y la injerencia no solicitada en el eje europeo franco alemán. Y no es que a estos elementos españoles colaboradores les pudiera parecer bien esta historia, pero sabían, porque tito Jacques se lo había asegurado, que después de la movida podrían volver a gobernar en España, como así acabó siendo. Y esto sí que fue terrorismo del bueno, porque murieron casi doscientas personas el 11 de marzo de 2004, y miles quedaron heridas.
El propio periódico El País, poco sospechoso de ser de derechas, publicó “Sus reflexiones íntimas sobre las relaciones con España (las de taieb Fassi-Firhi, número dos de la diplomacia marroquí), y las de otros dos altos cargos marroquíes -Ahmed el Harchi, entonces jefe de la inteligencia exterior, y Noureddin Benbrahim, número dos de la policía secreta- figuran en una nota de cuatro folios elaborada en octubre de 2002 por la antena en Rabat de la Dirección General de la Seguridad Exterior (DGSE), el principal servicio secreto francés”.
Con todo esto no estoy afirmando que el juez García Castellón tuviera una participación activa en esta operación de terrorismo de estados, pero sí que, si tomásemos en consideración su propia manera de actuar de “terrorismo en mente”, sería un buen sospechoso toda vez que, pasado no mucho tiempo de los atentados de Madrid, el Gobierno francés le condecoró con la Legión de Honor por los servicios prestados, igual que también lo hizo uno de los principales beneficiados de las consecuencias políticas de esos atentados, José Luis Rodríguez Zapatero, otorgando al juez la encomienda de Isabel la Católica.
Ojalá Jorge Dezcallar, que en aquellos momentos era el jefe de los servicios secretos españoles, y dada su edad, antes de rendir cuentas ante el Altísimo (me refiero a Dios, no a Pedro Sánchez) quisiera contar la verdad para irse aliviado al más allá.